Han sido más de 48 horas viajando hasta Madrid, hasta Costa Rica, luego a Nicaragua y por fin Ticuentepe. Y desde que pusimos un pie en tierra el cambio fue brutal.
Es poco el tiempo que llevamos aquí, pero el suficiente como para empezar a darse cuenta de la realidad nicaragüense.
Antes de salir de Costa Rica nos dimos un chapuzón en el Pacífico en Punta Arenas; y por la transitada carretera panamericana, que por cierto, es la que pasa por la que fue mi casa en México, a más de 2000 km de aquí, continuamos hacia a Nicaragua: dos países limítrofes pero con diferencias notables a sólo unos cientos de metros. La burocracia en la aduana es siempre lenta, pero lo que para nosotros sólo es un trámite agilizado por ser europeos, para los miles de emigrantes que cruzan cada día el principal puesto fronterizo de esta zona de Centroamérica, es un penoso trámite que se alarga horas y horas para obtener un sello o demostrar la legalidad de su mercancía.
Cruzando la frontera nos recibían el Lago Nicaragua (o Cocibolca), inmenso y sereno, y los volcanes Madera y Concepción, que, imponentes y rebeldes, por algo son símbolos patrios.
Tras un largo día de viaje cruzando dos países, llegamos a la que sería nuestro próxima casa: el Centro de Capacitación de Ticuantepe, donde nos agasajaron con una cálida recepción, una cena típica (el caballo bayo) y unos mariachis.
Es poco el tiempo que llevamos aquí, pero el suficiente como para empezar a darse cuenta de la realidad nicaragüense.
Antes de salir de Costa Rica nos dimos un chapuzón en el Pacífico en Punta Arenas; y por la transitada carretera panamericana, que por cierto, es la que pasa por la que fue mi casa en México, a más de 2000 km de aquí, continuamos hacia a Nicaragua: dos países limítrofes pero con diferencias notables a sólo unos cientos de metros. La burocracia en la aduana es siempre lenta, pero lo que para nosotros sólo es un trámite agilizado por ser europeos, para los miles de emigrantes que cruzan cada día el principal puesto fronterizo de esta zona de Centroamérica, es un penoso trámite que se alarga horas y horas para obtener un sello o demostrar la legalidad de su mercancía.
Cruzando la frontera nos recibían el Lago Nicaragua (o Cocibolca), inmenso y sereno, y los volcanes Madera y Concepción, que, imponentes y rebeldes, por algo son símbolos patrios.
Tras un largo día de viaje cruzando dos países, llegamos a la que sería nuestro próxima casa: el Centro de Capacitación de Ticuantepe, donde nos agasajaron con una cálida recepción, una cena típica (el caballo bayo) y unos mariachis.
Un día de aclimatación
Decir que Nicaragua alberga el 6% de toda la biodiversidad del país, o que alberga el lago más grande de Centroamérica, son sólo números que se quedan cortos cuando uno se deja impresionar in situ por una naturaleza abrumadora.
Hoy hemos madrugado para ir a la Reserva Natural Volcán Mombacho. Después de un intenso desayuno con frijoles y huevos, hemos iniciado un recorrido hacia el cráter del volcán. En la Hacienda Las Flores hemos probado el famoso café de sombra nicaragüense y muy animadamente (que se lo digan al resto de turistas que viajaban con nosotros en la camioneta) hemos continuado ascendiendo hasta los 1345 m del cráter. Por el camino, cafetales, el bosque enano, bosque nublado, y fincas de ganado que ejercen gran presión sobre un ecosistema frágil y escaso en todo el mundo.
Hoy hemos madrugado para ir a la Reserva Natural Volcán Mombacho. Después de un intenso desayuno con frijoles y huevos, hemos iniciado un recorrido hacia el cráter del volcán. En la Hacienda Las Flores hemos probado el famoso café de sombra nicaragüense y muy animadamente (que se lo digan al resto de turistas que viajaban con nosotros en la camioneta) hemos continuado ascendiendo hasta los 1345 m del cráter. Por el camino, cafetales, el bosque enano, bosque nublado, y fincas de ganado que ejercen gran presión sobre un ecosistema frágil y escaso en todo el mundo.
Ya a pie, por la cresta del cráter, hemos recibido toda una lección de geología y ecología, y de regalo, la presencia de un mono congo, ¡y dos osos perezosos!
Por la tarde, con una fina lluvia, hemos dado un paseo por las isletas de Granada, cientos de pequeñas islas de origen volcánico en el Lago Cocibolca, ocupadas por las segundas residencias de la clase dirigente nicaragüense, que vuelven a mostrar la cara y la cruz de un país levantado por los brazos de muchos para que sólo unos cuantos vivan bien.
Ya en la ciudad de Granada, hemos dado un paseo por el centro histórico, de marcado carácter colonial.
En definitiva, hoy ha sido un día para descubrir alguna muestras del potencial ecoturístico de Nicaragua, que podría convertirse en un futuro cercano en uno de los motores de la economía del país, con un modelo de turismo sostenible basado en sus recursos naturales.
Por la tarde, con una fina lluvia, hemos dado un paseo por las isletas de Granada, cientos de pequeñas islas de origen volcánico en el Lago Cocibolca, ocupadas por las segundas residencias de la clase dirigente nicaragüense, que vuelven a mostrar la cara y la cruz de un país levantado por los brazos de muchos para que sólo unos cuantos vivan bien.
Ya en la ciudad de Granada, hemos dado un paseo por el centro histórico, de marcado carácter colonial.
En definitiva, hoy ha sido un día para descubrir alguna muestras del potencial ecoturístico de Nicaragua, que podría convertirse en un futuro cercano en uno de los motores de la economía del país, con un modelo de turismo sostenible basado en sus recursos naturales.
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